miércoles, 20 de abril de 2011

el sabor de lo alusivo

Influencia discreta, penetración sin fin: así es como los chinos concibieron la palabra poética, tal y como el viento, incesante, una y otra vez aparece. Por medio de esta conjunción de lo indirecto y lo inmediato, lo que no fue al comienzo más que una figura del Libro de las odas terminó por representar en China, a medida que se tomaba conciencia de ello, la esencia misma de la poesía.
Para ser eficaz la palabra debe permanecer en un estado incitativo, y por tanto incoativo, en lugar de intentar presionar o de buscar imponerse.
La poesía nace, en China, de una relación de incitación antes que de una operación de representación: el Mundo no se constituye en «objeto» para la conciencia, sino que le sirve de compañero en un proceso de interacción. El primer comentario a la recopilación poética más antigua de China, delLibro de las odas, reconoce como «incitación» poética (xing) el motivo inicial de numerosos poemas que comienzan por la evocación de una realidad natural, antes de desarrollar el tema humano. Un ejemplo típico es el que ofrece la primera estrofa del primer poema del Libro de las odasGuan-guan se responden los pigargos»). El tipo de asociación que une el motivo natural, por el que comienza el poema, con la situación humana que desarrolla, ofrece un nivel de conciencia bien distinto de aquel que se forma en la significación lógica codificada por la analogía, pues deriva de un encuentro inmediato entre el yo y el mundo. Los letrados chinos (sobre todo a partir de los Song) tomaron la costumbre de concebir esta incitación poética en los términos de una interacción entre «paisaje» y «emoción» (jing y qing). Cuanto menor sea la mediación en nuestra relación con el mundo (a través del despliegue autónomo del lenguaje), más profunda será nuestra capacidad poética. Sin escribir directamente una sola palabra, se afirma en un poema de la época Tang (Sikong Tu, «Hanxu»): alcanzar totalmente «viento y oleaje».
A diferencia del símbolo, que invita a explorar un sentido ideal más allá de lo concreto, este valor alusivo no se presta a la intuición del espíritu: se saborea (wei). Y es desde esta perspectiva desde donde mejor se puede distinguir el motivo incitativo del Libro de las odas del simple acercamiento analógico: aun siendo riguroso, dicho acercamiento tiene algo de «superficial», mientras que gracias al carácter «suelto» y «espaciado» de la incitación, el «sabor» puede prolongarse indefinidamente. Pues sólo la «saboración» puede ajustarse a esa exhalación sin fin del motivo poético. Por su carácter difuminado y remanente, ella es el modo de incorporación más adecuado, pues prolonga el contacto con la materialidad del poema –a través de la lectura y la rememoración– así como su decantación progresiva en la conciencia. «Masticación», «disolución», «embebimiento», metáforas que, en chino, se encadenan para evocar la lectura poética. Según el filósofo Shu Zi (siglo XII): «La poesía exige, para ser apreciada, que se la salmodie sumergiéndose en ella, que se saboree su sentido y se la masque y mastique para percibir su sabor.»
Pues la expansión del sentido es percibida no como un descubrimiento espiritual que nos hace ver lo invisible, abriendo nuevos horizontes; antes bien, resulta concebida como una forma de ósmosis que opera por intercambio continuo entre el medio poético y la interioridad. «Figuración más allá de la figuración», «paisaje más allá del paisaje» o «sabor más allá del sabor» son expresiones que resultan equivalentes. De igual modo que la figuración más allá de la figuración no es una figuración de otro orden, el sabor más allá del sabor no es otro tipo de sabor: es el sabor que, decantándose, excede su particularidad original; que, al expandirse, se enriquece con todas la sugestiones posibles.
La poesía china no es descriptiva, no describe lo concreto ni tampoco lo esencial, no es ni mimética (ni por ello pintoresca) ni simbólica, bien alcontrario es alusiva, por aplicación detallada o irresuelta; convirtiéndose en indefinidamente extensiva, su valor alusivo logra decir la profundidad, no explicitable, de la emoción. La poesía china es alusiva porque la perspectiva china se sitúa en la relación entre lo dicho y lo no dicho, siendo su principio rector valorar lo implícito.*

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